martes, 8 de noviembre de 2011

Diversidad Cultural en Veracruz

Bueno a esto se refiere que hay mucha cultura en Veracruz de distintas razas que no debemos que se pierdan sino inculcar a cada uno de nuestros hijos, conocidos, debemos de estar orgullos de lo que tenemos en nuestro lindo y hermoso estado que es oviamente Veracruz.
Esto tambien es el punto de igualdad en diferentes culturas respetarse como son y sobre todo quererse y amar su cultura de  la que provengan, sbre sto tambien su valoracion a hacia su propio entorno y cultura.
Afrontar todo aquello que los pueda discriminar por sus raices, la exclusion ante la nueva sociedad que esta callendo en el abismo de la tecnologia. No hay que dejar de hablar de todas aquellas cultuas que tiene nuestro Veracruz.

Ejemplo de Exclusion

La falta de participación de segmentos de la población en la vida social, económica, política y cultural de sus respectivas sociedades debido a la carencia de derechos, recursos y capacidades básicas (acceso a la legalidad, al mercado laboral, a la educación, a las tecnologías de la información, a los sistemas de salud y protección social, a la seguridad ciudadana) que hacen posible una participación social plena.
EJEMPLO:
Cuando hablamos sobre alguna en fermedad vas a pedir ayuda al DIF y que te dicen no hay, o por ejemplo cuando te vas al hospital pues no te atienden como se debe sino que te hacen esperar y esperar que hasta te puedes morir.

Ejemplo de Globalizacion

La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.
EJEMPLO:
Hay tanta tecnologia que podemos decir que ya nos comunicamos con familiares que viven en otro pais yo ya me comunico con mi tia que vive en Tijuna por correo o por el famoso facebook.

Ejempl de Identidad

  1. Puede percibirse el carácter universalizador del concepto "identidad cultural". Supone, por una parte, una función cuantitativa - respecto del número y variedad de individuos a los que unifica- y, por otra, una función disciplinaria -respecto del rol de las instituciones para producir y conservar discursos de identidad con las reglas de acceso a ellos y las posiciones relacionadas con el hacer y el representar de los individuos en las sociedades.
  2. ELEMPLO:
Cuando hablamos sobre un pais que tiene su identidad por ser de ese pais es por ello que somos diferentes en cuanto a la lengua tradiciones en otro pais son diferntes , por ejemplo en Mexico celebramos alos santos difuntos y en Estados Unidos no sino que hacen parecerlo mas terrorifico.

viernes, 7 de octubre de 2011

Cuales consideras que son los principales retos de la diversidad cultural en Àmerica Latina

Pues antes que nada que no se pierda el interés de estudiar porque uno de los retos mas importantes seria al analfabetismo en toda Àmerica Latina eso creo que seria uno de los mas importantes, otro seria la pobreza fomentar campañas de alimentación  entre otros.

Como ha influido la diversidad cultural, la educación y problemas sociales en Àmerica Latina

Pues fuertemente porque poco a poco se van perdiendo lo que nosotros por cultura conocemos, también lo que es la discriminación ante diferentes tipos de géneros puntos de vista.
Uno de los factores que han influido es la televisión ya que a veces no nos trae nada bueno,esto es por que los jóvenes prefieren ver mas televisión que leer un libro o que se yo esto es mi punto de vista

viernes, 9 de septiembre de 2011

Porfirio Diaz Y Su Proyecto Modernizador

Una idea aceptada por la mayoría de los autores que se refieren a este período, es que durante el gobierno de Porfirio Díaz, se sentaron las bases para el desarrollo capitalistas del país, logrando durante esta etapa, un gran crecimiento económico. Estimulado y logrado gracias al proyecto histórico porfirista, el cual se enmarcaba dentro de los esquemas y principios del liberalismo económico y respondiendo a dos fenómenos de gran importancia: Por un lado, la expansión del capitalismo mundial, al cual se incorpora México, colocándose dentro del esquema de la división internacional del trabajo. Incorporación que desde dentro se le trata de adecuar. Es decir, se trata de aprovechar como elemento dinámico que sirve como eje de atracción de todos los demás elementos que componen la economía del país, de tal manera que la vinculación con el exterior no sea un factor ajeno al funcionamiento de la economía, sino que, por el contrario, es un elemento, que aunque por sí mismo se abre paso, internamente se le preparan las condiciones para su entrada, convencidos, de que será la fuente del desarrollo capitalista; lo cual representa la contraparte de toda expansión imperialista: “... El esquema de desarrollo porfirista era sencillo y optimista. Se basaba en la convicción de que la vinculación de la nación con el exterior, habría de producir los impulsos básicos para ponerlo en el camino del progreso...”
Por otro lado, el proyecto porfirista es la consumación de la lucha interna por la hegemonía política que responde a un interés generalizado ya: el asentamiento de las bases y las normas para le funcionamiento pleno del modo de producción capitalista, lo cual, de alguna manera es la continuación de las tendencias generales del liberalismo de Juárez y Lerdo.
Así, por todo lo dicho anteriormente y dadas las condiciones en las que se encontraba el país, se imponía que las principales medidas para llevar a cabo el proyecto porfirista, debía basarse (y de hecho así fue), en una
“...adaptación administrativa interna, incluyendo el saneamiento de las estructuras fiscales; (...) construir un sistema de transporte y comunicación que de un solo golpe, se pensaba, habría de colocar a la nación, en el centro de la civilización moderna (...), explotar los abundantes recursos naturales de los que disponía la nación (...); también fundamental era la formación de un sistema crediticio moderno...”
Además de fomentar por otros medios, la inversión privada, y atraer sobre todo, capitales extranjeros. De la misma manera, contar con una organización financiera adecuada a las nuevas necesidades del país, creando para todo ello un marco jurídico que legítima tales acciones. Pero sobre todo, existía la idea de que para poder mantener al país en un constante crecimiento económico, era necesaria la paz política y social, por lo que en esta etapa hubo una amplia represión de los movimientos sociales. Además de que esa idea, entre otras cosas, posibilitó el que el Porfirio Díaz, mantuviera el poder tantos años.
El elemento que más destaca del proyecto porfirista, es la vinculación con el exterior, como requisito indispensable para el futuro desarrollo, y sobre el que más énfasis se puso. Por ello es que en esta época, se da una entrada maratónica de capitales extranjeros al país. Además de una violenta ampliación de la deuda externa, como reflejo de y para los mismos fines.
Según De la Peña, para finales de la época porfirista, la inversión extranjera había llegado a la suma de 3 400 millones de pesos; mientras que la deuda externa había pasado de 52 millones de pesos en 1890 a 441 millones en 1911 .
El resultado de este proyecto histórico concreto, fue la organización y fortalecimiento de un Estado poderoso que responde a las necesidades de desarrollo capitalista.
De la Peña destaca el papel que jugó el Estado porfirista en la adecuación de las condiciones internas para facilitar la vinculación externa:
“...La creciente vinculación con el exterior fue convirtiéndose cada vez más a la economía en parte de la infraestructura económica del sistema capitalista mundial, En consecuencia, se desarrolló una superestructura dirigida a reproducir las condiciones de interiorización del capital externo y para sostener la articulación de relaciones de producción...”
Podemos ver, así, que el proyecto histórico del Porfiriato se basa principalmente en la creación, preparación y adecuación de los marcos, en los que se desenvuelven las inversiones extranjeras, producto de la expansión imperialista no visto como una necesidad para éstas, (que la había), sino como una urgente necesidad de inserción al mundo capitalista, necesaria para llevarla a cabo, dentro del país, el desarrollo capitalista.
No se debe pensar, por lo dicho anteriormente, que solo con Porfirio Díaz, comienza a darse la vinculación externa. Muy por el contrario, éste ya existía. La diferencia es que con Porfirio Díaz, dicha vinculación toma las características de franca dependencia, ya que ésta, se convierte en una condición indispensable para llevar a cabo el desarrollo del país, y porque además, y tales vínculos se estrechan más y adquieren una nueva modalidad como consecuencia lógica.
Por otro lado, y en el mismo sentido, es necesario dejar claro que la penetración de capitales extranjero respondía, en lo interno, aun momento histórico determinado y alas necesidades concretas de las clases propietarias que se encontraban conformando el bloque en le poder.
Esto significa que la fuerza expansionista del imperialismo no es el factor determinante para la penetración y acomodo de los capitales extranjeros en el país. Son más bien las condiciones internas, tanto políticas como económicas, la correlación de fuerzas entre las diferentes clases y fracciones de clase; los elementos decisivos y determinantes para que aquello suceda. No podemos, como dice Contreras subordinar lo interno a lo externo y lo decisivo a los condicional, ya que ello cancelaría cualquier posibilidad de explicación científica y además, entraría en contradicción con la propia experiencia histórica, ya que
“... aún las más inicuas y arbitrarias intervenciones extranjeras -la guerra del 47 pongamos por caso- no se explican si no es a partir del peculiar estado de fuerzas, del grado de enfrentamiento o acuerdo de las clases hegemónicas, del nivel de la crisis económica-política del país agredido; las causas externas sólo pueden actuar a través de las causas internas...”
De aquí que se vuelva fundamental dejar sentado claramente cuales fueron las condiciones internas que propiciaron la penetración extranjera, en México, y que clase o fracción de clase, fue la que, a través del proyecto liberal la posibilita y promueve.
Después de largos años de pugnas políticas por obtener el poder, con Días se logran cohesionar los diferentes intereses de las clases propietarias del país, en un mismo bloque de poder, con lo cual, los conflictos cesan.
Al quedar así, incluidas todas las clases propietarias en un mismo bloque de poder, de alguna manera, una más otras menos, adquieren cierta garantía de respeto a su propiedad privada y de condiciones adecuadas para proseguir en la acumulación de capital. Sin embargo, entre estas fracciones de clase, existe una que es hegemónica y que en tiempos de Díaz era aquella que más estrechamente se encontraba ligado al Ejecutivo.
Dicha hegemonía, no debe verse, sin embargo, como una situación de control absoluto sobre los actos del Estado, para encauzarlos hacia el beneficio exclusivo de sus interese,
“...antes bien, una verdadera hegemonía se logra cuando se incluye desigualmente a los intereses de todas las clases propietarias, cuando el interés particular de una fracción se clase pueda representarse como el interés general de las clases dominantes...” .
Por ello, y en la medida que la consolidación de esta fracción hegemónica fortalece las posiciones de las otras, no existe posibilidad de conflicto interno.
De este modo, la hegemonía de una fracción de clase, se evidencia, en lo material, en la medida en que las medidas de política económica que toma el gobierno, vayan encaminadas a promover directamente y de manera primordial la acumulación de capital de esta fracción, y de manera secundaria, de las demás fracciones que componen el bloque en el poder.
Así, observamos que la fracción que hegemoniza el boque de poder durante el Porfiriato es la burguesía financiera y bancaria, industrial y comercial orientada hacia el interior de la economía nacional, pero con fuertes ligas al capital extranjero, principalmente al francés, que a través de la compra y especulación de bonos de la deuda pública, se convirtió en un pilar financiero de la hacienda pública. De ahí la gran actividad financiera en esta época y la consolidación de las pautas para la creación de un sistema organizado y financiero y bancario.
De la misma manera, se nota un desplazamiento de las oligarquías agrarias, cuya política pasa a ocupar un segundo término, aunque su presencia en el bloque en el poder permite que se respete y garantice su propiedad privada, e impide a la vez, que se tomen medidas en contra de sus interese como hubiera sido: impulsar el desarrollo, tanto del mercado de trabajo en el campo, como del mercado de mercancías y capitales en el sector agrícola.
Todo esto quiere decir, que si bien la hegemonía de una fracción de clase permitía satisfacer sus propios intereses, debía mantener cierto equilibrio con las demás fracciones de clase, evitando cualquier enfrentamiento con ellas.
En cuanto al hecho de que haya sido la burguesía financiera y comercial, la hegemónica, es importante resaltar que es precisamente esta particularidad, lo que permite que por un lado no exista enfrentamiento entre fracciones de clase, y por otro, que no exista un gran desarrollo del capitalismo a lo largo del país, y que por el contrario se anquilosen ciertas estructuras precapitalistas, al tiempo que se fomentan otras, que si bien son propias del capitalismo, permiten la existencia de las otras. Por ello, dice Cardoso
“...a diferencia del capital industrial, el capital comercial y financiero, no requiere ni impulsa modificaciones en las relaciones técnicas y en las relaciones sociales de producción. De ahí que el liberalismo, no sólo podía, sino debía coexistir con una diversidad de formas de trabajo no asalariado, hasta la simple y llana esclavitud (no legal por supuesto)...”
Por la misma situación histórica de expansión del imperialismo y la conjugación de intereses extranjeros con los de las clases propietarias nacionales, el bloque en el poder tiene que incluir a dos fracciones extranjeras.
“...Que ilustran la doble influencia de la penetración extranjera y el doble papel del estado con respecto a la integración del mercado mundial. Por un lado estarían las inversiones norteamericanas e inglesas que vincularon al país con el mercado mundial mediante la aplicación de capitales en minería, agricultura de exportación y ferrocarriles de manera preferente y con los cuales el estado negoció el tipo y grado de dependencia. Por otro laso, estarían las inversiones francesas, directamente asociadas al mercado interno, aliadas a la fracción hegemónica con la cual compartió el dominio de la banca, el comercio interno y a la industria. Juntos, promovieron, a través de la política económica estatal, una mayor monopolización de la acumulación del capital...”
Si bien la fracción extranjera de los sectores exportadores (minería y agricultura de exportación) no se encontraban aliadas directamente a la fracción hegemónica, fueron objeto de amplio apoyo y fomento al actuar en ramas donde se llevaba a cabo de manera dinámica la reproducción ampliada de capital.
De esta forma, se dan dos direcciones fundamentales para apoyar y fomentar la acumulación de capital,
“...por un lado el Estado fomentó un eje interno de dependencia, que fue el complejo minería-ferrocarriles-agricultura de exportación, controladas por la inversión norteamericana. Se le apoyó mediante políticas mineras, ferroviarias y agrarias, que incluyeron la entrega de la propiedad territorial y el subsuelo, subvenciones, exenciones fiscales. Por otro lado, el Estado promovió una formación sui generis del mercado interno, marcado por un profundo desarrollo desigual, en el que convivieron desde la más sofisticada y moderna concentración monopólica a través de la banca, hasta el predominio en la agricultura de las relaciones de trabajo forzado. En realidad, esta promoción no podía ser de otra manera, ya que se encontraba determinada por la composición misma del bloque en el poder. El peso social de los terratenientes impidió que se promoviera activamente el desarrollo del mercado interno en la agricultura adoptando el Estado más bien, una actitud pasiva, que se limitó a garantizar el crecimiento de la propiedad territorial. De igual manera, la hegemonía detentada por la fracción de empresarios que intervenían en el comercio, la industria, la banca, y la deuda pública determinó que la política financiera, comercial e industrial facilitara y estimulara la consolidación de una estructura monopólica integrada que debe considerarse, se instauraba en un país recién iniciaba su camino firma por el capitalismo...”

El México Posrevolucionario

Después de Lázaro Cárdenas, México entra a la etapa posrevolucionaria. Las características principales de este periodo son que el Estado va a ir rigiendo o dictando cada vez en menor grado el camino que tome en lo político y económico la nación.

En lo inmediato, las realidades y necesidades de la participación tanto de México como de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, y sus consecuencias, van a definir el desarrollo de la economía nacional.

Al primer periodo, que va de 1940 a 1970, se le llama el del Desarrollo Estabilizador. Este lo abarcan las presidencias de Manuel Avila Camacho (1940 a 1946), Miguel Alemán Valdés (1946 a 1952), Adolfo Ruiz Cortines (1952 a 1958) y Adolfo López Mateos (1958 a 1964). Es el periodo durante el cual el crecimiento económico nacional alcanza un enorme nivel, la balanza económica nacional se encuentra en equilibrio, y gradualmente el país va alcanzando la preeminencia iberoamericana en el concierto universal.

Sin embargo, el siguiente periodo presidencial, de Gustavo Díaz Ordaz (1964 a 1970), marca el rompimiento de este modelo. Su ícono lo constituye la rebelión estudiantil de 1968, que muestra el hastío de las clases medias (los estudiantes) con el camino que ha seguido el país.

De 1970 a 1985 seguirá el modelo de Desarrollo Compartido, en el que utilizando políticas de dispendio público, el Estado intenta promover el desarrollo económico de los desposeídos. En sexenios se traduce en los gobiernos de Luis Echeverría (1970 a 1976), José López Portillo (1976 a 1982) y Miguel De la Madrid (1982 a 1988). En su inicio, se intenta financiar el crecimiento nacional a través de los ingresos petroleros, aunque el derrumbe de los precios del petróleo durante el gobierno de López Portillo lleva al traste con el modelo, y en el siguiente periodo presidencial no se ha ideado aún la solución a los problemas del país.

Vendrá después la década de 1990, en la que el país se rige bajo el Consenso de Washington, y el Estado adopta el Neoliberalismo como modelo económico nacional. En términos presidenciales corresponde a los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari (1988 a 1994) y Ernesto Zedillo (1994 a 2000).

Y ya más recientemente, se da la transición política hacia la derecha, bajo un modelo económico neoliberalista. Corresponde a los gobiernos de Vicente Fox Romero (2000 a 2006) y Felipe Calderón Hinojosa.

Jose Maria Albino Vasconselos

Nacido en Oaxaca, ciudad capital del mismo estado, el 28 de febrero de 1882 (algunas fuentes citan que nació el 27 de febrero del mismo año), fue el segundo de los nueve hijos que procrearon Ignacio Vasconcelos Varela y Carmen Calderón Conde. Particularmente importante para su desarrollo personal fue la oportunidad que tuvo de realizar estudios de educación primaria en escuelas ubicadas en la frontera entre los Estados Unidos y México, especialmente en la frontera entre Eagle Pass en Texas y Piedras Negras, Coahuila. Más adelante, por causas familiares de índole económica, debió continuar su educación en el Instituto Científico de Toluca, Estado de México, y en el Instituto Campechano, benemérito colegio de la actual ciudad de San Francisco de Campeche, capital del estado de Campeche. Luego de la prematura muerte de su madre, ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria (actualmente parte de la UNAM) y posteriormente en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de licenciado en derecho en 1907.
A los dos años de haber concluido sus estudios, Vasconcelos participa con otros jóvenes mexicanos críticos de los excesos de la educación positivista impuesta por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública del gobierno de Porfirio Díaz, en la fundación del Ateneo de la Juventud Mexicana, más adelante conocido como el Ateneo de México. Lo novedoso del Ateneo radica, sin embargo, no en su disposición a criticar los excesos del porfiriato, sino en la calidad de las críticas adelantadas por la generación de jóvenes intelectuales que le dieron vida. La más importante de ellas tiene que ver con el rechazo del determinismo y mecanicismo del positivismo comtiano y spenceriano y el llamado para que se dotara a la educación de una visión más amplia, que rechazara el determinismo biológico del racismo y que encontrara una solución al problema de los costos de los ajustes sociales generados por grandes procesos de cambio como la industrialización o la concentración urbana.
Aunado a ello, frente a la posición oficial de Sierra y los funcionarios del porfiriato, llamados "científicos", de promover una visión única del pensamiento filosófico (positivista y determinista), Vasconcelos y la generación del Ateneo proponían la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, sobre todo, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos en los que América Latina emergió como realidad social y política. Aquí es importante destacar que una de las características del porfiriato, para algunos el lado oscuro de éste, es justamente un cierto desdén por lo nacional mexicano, su fascinación con lo europeo, lo francés, lo alemán o, si nada de esto era posible, con lo estadounidense, como alternativa viable para alcanzar el progreso.
Vasconcelos y la generación del Ateneo sientan las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que, además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera de lo extranjero para un progreso sostenido, como de hecho ocurrió con el modelo económico del porfiriato y otros experimentos latinoamericanos similares, como la República de los Coroneles en Brasil, México y Estados Unidos.

Movimiwntos Sociales y Luchas Politicas En La Sociedad Contemporanea En México

Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo histórico comprendido entre la Revolución francesa y la actualidad. Comprende un total de 222 años, entre 1789 y el presente. La humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político), puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.
En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social histórica del estado liberal europeo clásico, surgido tras crisis del Antiguo Régimen. El Antiguo Régimen había sido socavado ideológicamente por el ataque intelectual de la Ilustración (L'Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por mucho que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de condiciones jurídicas, no la económico-social) o la economía moral contraria a la libertad (la de mercado, la propugnada por Adam Smith -La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar de lo espectacular de las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad (con la muy significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz como Lampedusa pudo entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo siga igual: el Nuevo Régimen fue regido por una clase dirigente (no homogénea, sino de composición muy variada) que, junto con la vieja aristocracia incluyó por primera vez a la pujante burguesía responsable de la acumulación de capital. Ésta, tras su acceso al poder, pasó de revolucionaria a conservadora, consciente de la precariedad de su situación en la cúspide de una pirámide cuya base era la gran masa de proletarios, compartimentada por las fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión colonial.
En el siglo XX este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante violentos cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), y en otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica, social y política de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de una poderosa clase media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del bienestar o estado social (se entienda éste como concesión pactista al desafío de las expresiones más radicales del movimiento obrero, o como convicción propia del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería llevar al inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase, enfrentados entre sí: el anarquismo y el marxismo (dividido a su vez entre el comunismo y la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo -incentivos al consumo e inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis de 1929- o teoría de juegos -estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano invisible-). La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble desafío de los totalitarismos soviético y fascista (sobre todo por el expansionismo de la Alemania nazi, que llevó a la Segunda Guerra Mundial).
En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se dio a la revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación alemana e italiana (1848-1871), pasaron a ser el actor predominante en las relaciones internacionales, en un proceso que se generalizó con la caída de los grandes imperios multinacionales (español desde 1808 hasta 1898; ruso, austrohúngaro y turco en 1918, tras su hundimiento en la Primera Guerra Mundial) y la de los imperios coloniales (británico, francés, holandés, belga tras la Segunda). Si bien numerosas naciones accedieron a la independencia durante los siglos XIX y XX, no siempre resultaron viables, y muchos se sumieron en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, a veces provocados por la arbitraria fijación de las fronteras, que reprodujeron las de los anteriores imperios coloniales. En cualquier caso, los estados nacionales, después de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez menos relevantes en el mapa político, sustituidos por la política de bloques encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión Europea) no se ha reproducido con éxito en otras zonas del mundo, mientras que las organizaciones internacionales, especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento de la poco constante voluntad de sus componentes.
La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades, personales o individuales, colectivas o grupales,muchas veces competitivas entre sí (religiosas, sexuales, de edad, nacionales, estéticas,culturales, deportivas, o generadas por una actitud -pacifismo, ecologismo, altermundialismo- o por cualquier tipo de condición, incluso las problemáticas -minusvalías, disfunciones, pautas de consumo-). Particularmente, el consumo define de una forma tan importante la imagen que de sí mismos se hacen individuos y grupos que el término sociedad de consumo ha pasado a ser sinónimo de sociedad contemporánea.

Los Restos Del Nacionalismo En El MUndo De La Globalización

La integración de las economías nacionales en bloques macrorregionales o subcontinentales sustenta la globalización. Dicho fenómeno fue denominado como tal a finales de los años ochenta, pero inició antes de ser merecedor del calificativo. Surgió en la Europa de la posguerra. Se hizo luego patente en otros contextos geográficos: en la Cuenca del Pacífico, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) fue creada en 1968 con la participación de Filipinas, Indonesia, Brunei, Malasia, Singapur y Tailandia. El Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (Pacific Economic Cooperation Council- PECC por sus siglas en inglés) agrupaba en 1980 a cinco países desarrollados (Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda): se les unieron en una primera fase de expansión los fundadores de la ASEAN y, en las siguientes, Corea, China, Taiwan, Hong Kong, Brunei, México y Chile. Por su parte, el programa de Cooperación Económica en Asia Pacífico (Asia Pacific Economic Cooperation - APEC) fue fundado en 1989 por los 18 países anteriores. En América Latina, procesos similares iniciaron en los años sesenta con la creación de asociaciones macro o sub regionales en América Central, en la región Andina y en el Caribe. Los acuerdos de Cartagena y el Pacto Andino fueron firmados por Bolivia, Perú, Venezuela, Colombia y Ecuador mientras entre los socios del Mercado Común del Cono Sur (MERCOSUR), se contaban Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile. En América del Norte, Canadá y Estados Unidos suscribieron al terminarse la década de los ochenta un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) del cual México se volvió parte a finales de 1992.
Originalmente, el concepto de globalización aludió a la interdependencia acrecentada de las economías nacionales y, por ende, al surgimiento de nuevas formas de asociación entre regiones. Representó, según las interpretaciones, una forma de organización radicalmente diferente a la internacio-nalización y a la mundialización  o bien su extensión. Sea la perspectiva elegida la de la continuidad o la de la ruptura, se reconoce por consenso que la integración produjo una intensificación de los intercambios; auspició la constitución de sistemas económicos que funcionaban en escalas supra y multi nacional. Esto acarreó profundos reacomodos en los patrones tradicionales de distribución de los poderes. Los principales afectaron a los estados-nación, mismos que perdieron el control de sus economías, sobre todo en lo referente al control de los flujos de los capitales transnacionales, a las respuestas ante colap-sos financieros, a las repercusiones mundiales de éstos (efectos "tequila", "samba" y "dragón") y a la capacidad de decidir la suerte de sus poblaciones e incluso sus prioridades de defensa.
Actualmente, la globalización no es sólo el resultado de una reestructuración de los intercambios comerciales y económicos y de un elevado grado de interpenetración de los mercados. Es también producto de otros fenómenos. Su impacto fue concomitante a la vez que acrecentado por el uso intensivo de las telecomunicaciones: al permitir la transmisión instantánea de la información, éstas borraron las distancias geográficas y temporales; en ese marco, el papel del conocimiento cambió, al punto de volverse una de las principales fuentes de poder. En consecuencia, se considera que la brecha más importante entre los países más avanzados y los menos avanzados consiste en la capacidad de producir o apropiarse conocimientos estratégicos. Esas tendencias, como las anteriores, no son de reciente aparición, dado que Mc Luhan auguró el advenimiento de la "aldea global" hace casi cinco décadas. Pero su acentuación y conjunción en un nuevo orden económico mundial explica por qué, recientemente, han provocado cambios significativos en la estructura de los mercados, en las elecciones de localización industrial y en las formas de organización del trabajo: se han minado las ventajas productivas de los países que ofrecían una mano de obra con reducido costo; se ha confortado la tendencia de lo que se ha llamado la "intelectualización de la producción".5 Han sustituido como determinantes de la competitividad, los bajos sueldos al uso intensivo de las tecnologías y de los recursos humanos calificados, con alto grado de adaptabilidad. En fin, han coadyuvado a la recomposición de las zonas de producción bajo nuevos criterios de integración y, en consecuencia, han causado la imbricación creciente de los territorios bajo esquemas que no corresponden ya a las pautas históricas de intercambio entre naciones.
Además de transformar las relaciones de poder económico y vincular de otra manera a los actores sociales y productivos, tradicionales y emergentes, las nuevas interconexiones económicas y el entrelazamiento de los sectores de comunicación se han traducido en una mayor uniformidad en los referentes: sea en el marco de una homogeneización impuesta, también llamada por antropólogos, como Ribeiro, de "modernización refleja", o en el de una creadora, han alentado el predominio de formas de desarrollo no concertadas o bien la reelaboración de los referentes propios. Los proyectos de integración económica con fines de competitividad comercial tuvieron así repercusiones ideológicas y sociales des y reestructurantes en cada uno de los bloques en los que se concretaron. A su vez, dichas consecuencias se ubicaron en el corazón de los debates actuales sobre las estrategias de crecimiento económico, sobre los modelos de desarrollo, sobre las políticas pero también sobre la ética y la moral pública.

Identidad Mestizaje La Nación En Juego

Las políticas aplicadas por los sucesivos gobiernos mexicanos para imponer su modelo de "ciudadanía étnica" a toda la población mexicana provocaron profundas modificaciones en la conformación cultural, social y étnica del país y crearon un nuevo sistema de relaciones interétnicas en México. Este proceso de cambio en las relaciones interétnicas fue paralelo e inseparable del proceso de formación nacional y de consolidación del estado mexicano y como él fue lento porque tardó más de un siglo en consolidarse, desde la guerra de independencia hasta el triunfo de la revolución mexicana, y también fue contradictorio porque, como sucede con todos los grandes procesos históricos, no siguió siempre el mismo camino, ni obedeció a un solo proyecto político, sino que fue el resultado de la interacción de diversas fuerzas y visiones, entre ellas las concepciones populares de la igualdad, el liberalismo y la nación. También fue contradictorio porque a la vez que modificó profundamente algunos rasgos del sistema jerárquico colonial, conservó y acentuó otros. Finalmente, fue contradictorio porque las relaciones interétnicas que estableció en la práctica distaron mucho de las que definió en la ley y en la teoría.
El elemento central de este nuevo sistema de relaciones interétnicas fue el surgimiento de un nueva categoría étnica, la de los mestizos, que habría de convertirse en mayoritaria entre la población e incluso en la supuesta encarnación de la identidad nacional. En la práctica, como veremos, los mestizos son una categoría étnica porque agrupan a muchos grupos étnicos diferentes, con identidades particulares. Sin embargo, la ideología del mestizaje lo ha definido como una identidad étnica única y ha pretendido que todos los otros grupos étnicos del país, los europeos, los africanos, los inmigrantes y sobre todo los indígenas deben incorporarse a ella. Paradójicamente la continuada existencia de los  grupos indígenas en la población mexicana, ha servido para confirmar el poder de los mestizos y la frontera étnica entre "indios" y "mestizos" ha sido clave para la definición de la identidad de estos últimos. A lo largo de este capítulo examinaremos la etnogénesis de los mestizos mexicanos y sus complejas relaciones con los otros grupos étnicos de nuestro país.
¿Qué es el mestizaje?
Antes de intentar comprender la etnogénesis de los mestizos en el México independiente hay que hacer dos señalamientos. El primero es que hay que distinguir claramente entre esta categoría étnica surgida en el siglo XIX y la categoría de los mestizos en el México colonial. Como hemos visto, en el sistema colonial de relaciones interétnicas los mestizos ocupaban un papel secundario entre las grandes categorías étnicas de españoles e indios, y no desarrollaron una identidad propia muy fuerte, pues muchos de ellos terminaron por incoporarse a alguna de estas otras categorías. Aunque tomaron su nombre de esta categoría étnica colonial, y aunque inventaron una historia que los hacía descendientes de estos primeros hijos de españoles e indias, los mestizos del México independiente, o mestizos modernos, son muy diferentes. En primer lugar su surgimiento no es resultado de un proceso biológico de mezcla entre dos "razas" diferentes, la indígena y la blanca, sino de un proceso de cambio cultural, social e identitario. Por otro lado, lejos de ser un grupo marginal, se han convertido en el grupo dominante y han definido la identidad nacional mexicana.
El segundo señalamiento es que es necesario distinguir claramente entre el proceso histórico, social, económico y cultural del mestizaje, que se inició, como veremos desde el siglo XVIII, y la "ideología del mestizaje", una doctrina racial y nacionalista elaborada por diversos intelectuales a fines del siglo XIX y principios del XX y que se convirtió en la ideología oficial del estado mexicano. Como veremos a continuación, el proceso histórico y la ideología son muy diferentes e incluso se contraponen en aspectos claves.
El proceso de mestizaje en los siglos XIX y XX
La mejor manera de aproximarnos al proceso de surgimiento de los mestizos modernos es  examinar las cifras de los censos sobre el tamaño de los diferentes grupos étnicos en México a lo largo del siglo XIX y XX. Aunque estas cifras no son exactas, sino resultado de estimaciones, nos permiten identificar y definir de manera general los cambios en la conformación étnica del país
Para finales del siglo, en el año de 1885, en contraste, el porcentaje de indígenas en la población mexicana había disminuido en un poco más de la mitad, a 38%, mientras que el de mestizos casi se había duplicado hasta alcanzar el 43%. Mientras tanto, la proporción de gente de origen europeo había permanecido casi sin modificación. En menos de 80 años, los indígenas habían dejado de ser la mayoría de la población y ya no eran ni siquiera el grupo más numeroso, pues los mestizos los superaban en tamaño.
Para 1921, el predominio de los mestizos había aumentado aún más, pues según las cifras del censo realizado ese año, 59% de la población pertenecía a esa categoría étnica, mientras que sólo 29% era indígena y 10% era blanca, o de origen europeo.
En suma, en poco más de 100 años, los mestizos desplazaron a los indígenas de la posición de categoría étnica más numerosa y se transformaron en la mayoría de la población nacional, mientras que éstos se convirtieron en una  minoría.
Este proceso de cambio continuó a todo lo largo del siglo XX, pues en el censo del año 1930 se registraron 14% de indígenas (definidos ahora como hablantes de lenguas indígenas mayores de 5 años), y en 2000 se estableció que eran apenas el 9% de la población era indígena.
Para comprender mejor el cambio que experimentó la población mexicana entre 1808 y 1885 y luego entre 1885 y 1921 resultan interesantes los ejercicios estadísticos presentados en el Cuadro 2.
En la primera línea vemos el crecimiento demográfico de los grupos étnicos a lo largo de los 77 años del primer periodo. Lo primero que llama la atención que mientras la población total del país aumentó en un 70%, la población indígena apenas subió un 8%, en tanto que la población mestiza se incrementó en un impresionante 224% y la blanca en un 81%. La diferencia entre estas tasas de crecimiento es tan grande que no puede explicarse únicamente por factores demográficos, por lo que debe haber otros elementos en juego.
Esto se hace más claro con el ejercicio de demografía hipotética de la segunda línea. Supongamos que a lo largo del siglo XIX todos los grupos étnicos hubieran crecido a la misma tasa, es decir a la tasa de crecimiento de la población total (70%). Esto significaría que para 1885 en México habrían vivido más de 6 millones de indígenas (que seguirían siendo el 60% de la población), 2 y medio millones de mestizos, y casi dos millones de blancos. Si comparamos estas cifras de crecimiento "normal" con las cifras de crecimiento realmente observadas, encontramos un resultado muy sugerente: en 1885 había en México 2 millones de indígenas menos de los que hubieran habido si la tasa de crecimiento de este grupo de la población hubiera sido la normal y también, significativamente, vivían  2 millones de mestizos más de los que hubieran vivido en ese caso.
¿Qué quiere decir esto? Podría aventurarse que los 2 millones de indígenas "faltantes" fueron muertos en rebeliones y guerras, pero las guerras étnicas en el México del siglo XIX no fueron tan cruentas como para provocar un genocidio tan importante. Además, esto no explicaría la existencia de los 2 millones de mestizos "sobrantes". Por ello, la única explicación posible es que en ese periodo de 77 años, dos millones de mexicanos, es decir el 20% de la población, dejaron de considerarse, o ser considerados, indígenas y se convirtieron en mestizos.
Si realizamos el mismo ejercicio de demografía hipotética para el periodo entre 1885 y 1921 tenemos 1 millón de indígenas menos y 2 millones de mestizos más. El mayor número de mestizos se explica porque en estos cincuenta años desapareció también un millón de habitantes "blancos" o europeos de nuestro país. Esto no se debe, desde luego ni a que hayan sido exterminados ni que hayan emigrado en masa, sino a un cambio en la forma de clasificar a los grupos étnicos en México. En efecto, como veremos adelante, el triunfo de la ideología del mestizaje a principios del siglo XX hizo que los grupos anteriormente considerados blancos se asimilaran a este grupo.
Tenemos pues, que entre 1808 y 1921 hubo un cambio masivo de definición étnica entre indios y mestizos, y también entre blancos y mestizos. Me parece que un cambio tan grande no puede explicarse como resultado de la mezcla racial, pues se antoja poco probable que casi todas las mujeres y hombres indígenas se hayan casado con hombres y mujeres mestizos y blancos y hayan tenido hijos mestizos. La explicación más probable es que estos tres millones de individuos cambiaron de cultura y de categoría étnica, pues dejaron de considerarse, o ser considerados, indios y pasaron a considerarse y ser considerados mestizos.
¿Cómo se hace un mestizo?
Aunque las cifras de los censos nos permiten tener una idea aproximada de la profunda y masiva tranformación étnica de la población mexicana en el siglo XIX y principios del XX, realmente sabemos muy poco de cómo sucedió. No existe, a la fecha, ninguna obra histórica que estudie específicamente qué mecanismos sociales, económicos y culturales llevaron a millones de habitantes de este país a cambiar su identidad cultural de indígena a mestiza, su lengua de indígena a española y también aspectos importantes de su cultura y su identidad de la indígena comunitaria a una cultura nacional moderna. Afortunadamente nos podemos darnos una idea general, aunque necesariamente parcial e incompleta, de este proceso a partir de los casos particulares de algunos individuos y de algunas comunidades, pues como señala Alan Knight es útil distinguir entre el mestizaje individual y el mestizaje colectivo.
A nivel individual uno de los ejemplos de mestizaje mejor conocidos es el de la generación de líderes liberales que se hicieron del poder político y cultural en México a mediados del siglo XIX, como Benito Juárez, Ignacio Rámirez, Luis Guzmán e Ignacio Manuel Altamirano. Todos ellos nacieron en comunidades indígenas y aprendieron como primera lengua el zapoteco, el náhuatl o el otomí. Su transformación identitaria y cultural se inició cuando ingresaron en los llamadas Institutos Científicos Literarios, escuelas públicas fundadas por Ignacio Ramírez que daban becas a estudiantes indígenas. En ellos aprendieron a leer y escribir español y se familiarizaron con la cultura occidental y la teoría política liberal, de la que se convirtieron en fieles seguidores y propagadores. Esta educación y la ideología igualitaria del liberalismo les abrieron la puerta del ascenso social y económico, así como del prestigio cultural, y provocaron una radical transformación en su identidad étnica, pues estos hombres rompieron los vínculos identitarios con sus comunidades originales y se adhirieron entusiasta y exitosamente a la identidad nacional mexicana, definida también por el liberalismo. En estos casos, como en incontables otros que podemos identificar hasta el presente, la educación formal y el ascenso social implicaron un cambio de identidad étnica y transformaron a los individuos indígenas en mestizos modernos.
Pero el impacto de esta forma de mestizaje fue más allá pues en manos de esta generación de mestizos se convirtió en una política estatal y en una ideología. En efecto, estos liberales mestizos, dirigidos por el propio Juárez, encabezaron el ataque contra las comunidades indígenas que discutimos en el capítulo anterior. Lo hicieron porque pensaban que todos los indígenas debían seguir el camino de ascenso social y cambio cultural e identitario que ellos habían seguido y renunciar a su identidad comunitaria, a su forma de vida tradicional y a su cultura atrasada para adoptar la identidad nacional, la forma de vida moderna y la cultura progresista de Occidente.
Sin embargo, hay que señalar que la forma que debía tomar el mestizaje fue materia de amplio debate entre los propios liberales de la época y que no todos estuvieron de acuerdo en que debía conducir a una occidentalización completa de los indígenas y sus culturas.
Por otro lado, hay que tomar en cuenta que no todos los casos de mestizaje individual fueron tan exitosos como el de esta generación de dirigentes liberales. Muchos indígenas y campesinos fueron obligados a dejar sus comunidades originales por la pobreza, el despojo de tierras y las guerras que convulsionaron a México durante el siglo XIX y se unieron a los grupos de mestizos pobres que trabajaban en las haciendas o que vivían en las ciudades, donde padecieron formas de explotación y discriminación que no eran muy diferentes a las que habían sufrido como indígenas, por lo que no se puede decir que hayan mejorado su condición social.
Más allá de los casos de mestizaje individual, existen ejemplos de mestizaje colectivo que involucran a comunidades enteras. Uno de ellos, el de los pueblos del Valle de Toluca a partir del siglo XVIII, estudiado por James Lockhart, nos muestra que los procesos de transformación cultural e identitaria del mestizaje mexicano operaban ya desde los tiempos finales de la colonia, pues se asociaban a la modernización económica y al comercio. En efecto, a lo largo del siglo XVIII, diversas comunidades nahuas y matlatzincas del próspero Valle de Toluca fueron incorporadas cada vez a los circuitos económicos centrados en las ciudades españolas, como Toluca, en los que vendían sus productos agrícolas artesanales, compraban alimentos y productos manufacturados, y también vendían su mano de obra como peones y trabajadores en ranchos y haciendas. Esta participación cotidiana y constante en la economía de los grupos hispanoparlante de la región, hizo que la mayoría de los habitantes de estas comunidades aprendieran el español y provocó que, a lo largo del siglo XVIII, fueran abandonando sus lenguas antiguas.
Aunque este cambio lingüístico colectivo colocó a los habitantes de los pueblos del Valle de Toluca dentro de la categoría étnica de mestizos, que como veremos se define fundamentalmente a partir de la lengua, no significó una transformación cultural e identitaria tan profunda como en el caso de los liberales mestizos. En efecto, la gente de estas comunidades siguió viviendo en los mismos pueblos, siguió defendiendo su propiedad comunitaria de las mismas tierras y siguió practicando muchos aspectos clave de su cultura tradicional, como la agricultura del maízy la religión. En suma, estas comunidades siguieron teniendo una cultura muy cercana a la indígena colonial, aunque ya no hablaban una lengua indígena. Por ello se puede decir que mantuvieron su identidad étnica, centrada en la comunidad y en su propiedad colectiva de la tierra, aunque cambiaron de categoría étnica.
Otro ejemplo de mestizaje colectivo, esta vez en el siglo XIX, es el del pueblo de Anenecuilco, en Morelos, que luego se hizo muy famoso por ser la comunidad del gran lider revolucionario Emiliano Zapata y que ha sido estudiado por Alicia Hernández. A principios del siglo XIX los habitantes de Anenecuilco hablaban náhuatl y tenían una intensa vida comunitaria, centrada en la defensa de su identidad local y de su propiedad comunitaria. Fue justamente por esta razón que los habitantes de esta comunidad, que eran pocos y se sentían débiles frente al poder de las haciendas que las rodeaban y que amenazaban con despojarlos de sus tierras, dejaran avecindarse en su pueblo a colonos mestizos, mulatos y blancos para que los ayudaran a proteger su propiedad comunal. A lo largo del siglo XIX, estos grupos hispanoparlantes se casaron y mezclaron culturalmente con los nahuas originarios del pueblo hasta que la comunidad se hizo mayoritariamente hablante de español. Esto no significó, sin embargo, que los pobladores de Anenecuilco abandonaran su identidad étnica comunitaria. De hecho, los mestizos de fines del siglo XIX y principios del XX, como el propio Emiliano Zapata, continuaron la defensa de las tierras y la autonomía de Anenecuilco con los instrumentos legales y culturales que habían heredado de sus antepasados nahuas.
En suma a partir de estos dos casos, se puede proponer que el mestizaje colectivo fue producto de las fuerzas del desarrollo económico capitalista, del crecimiento de los mercados de productos y de trabajo, del crecimiento de las haciendas y de la mayor integración económica entre indígenas y no indígenas que trajeron un creciente intercambio cultural entre ellos. A su vez, las políticas estatales de imposición del español como única lengua, de despojo de tierras y de devaluación de las culturas indígenas del siglo XIX seguramente acentuaron y aceleraron estos procesos de cambio cultural e identitario Otro factor importante, sin duda, fueron las incontables guerras y disturbios que convulsionaron a México a todo lo largo del siglo XIX y principios del XX, que provocaron grandes movimientos y mezclas de población y contribuyeron a forjar el nacionalismo liberal mexicano que discutimos en el capítulo anterior.
Los dos ejemplos discutidos muestran, además, que el mestizaje colectivo no implicó necesariamente el abandono de la identidad étnica comunitaria, ni de muchos aspectos de la cultura tradicional indígena. Tanto por su apego a su comunidad, y por su voluntad de defenderla ante los embates de las haciendas, como por su forma de vida campesina, los habitantes de Anenecuilco o del Valle de Toluca practicaban una identidad mestiza que era diferente a la de las élites gobernantes. Por ello los mestizos y criollos de las ciudades los siguieron considerando indígenas, particularmente cuando se rebelaban contra ellos. Igualmente, como veremos más abajo, en la Revolución mexicana, estas comunidades hispanoparlantes pelearon al lado de comunidades que hablaban las lenguas indígenas en defensa de sus intereses comunes: la defensa de la propiedad y la autonomía comunitarias.
Por otro lado, hay que señalar que estos casos involucraron a comunidades indígenas nahuas, por lo que la relativa facilidad con la que cambiaron de lengua puede atribuirse a la cercana relación de alianza que había existido desde el siglo XVI entre los nahuas y los españoles que hacía que las identidades culturales de estos grupos no fueran tan distantes En otras regiones del país, y entre otros grupos étnicos, como en el caso de los mayas tzotziles de San Juan Chamula en Chiapas, el despojo de sus tierras comunitarias y su incorporación a los mercados de trabajo de las fincas cafetaleras de la región no produjo ni un cambio lingüístico ni un "mestizaje" cultural, sino que llevó a que los miembros de esta comunidad reforzaran su identidad particular y sus diferencias con el resto de la sociedad chiapaneca, de modo que hasta el día de hoy los chamulas son reconocidos como unos de los grupos con una identidad indígena más fuerte en todo el país, pese a que desde hace más de 100 años han estado tan integrados a la economía nacional como los mestizos de Anenecuilco y Toluca. Por ello, se puede proponer que había ciertos grupos indígenas más dispuestos a "mestizarse" y cambiar de lengua al español y otros que estaban menos dispuestos a hacerlo, en función de su cercanía o diferencia con los grupos que hablaban español en sus regiones.
Finalmente, un caso de "mestizaje" muy diferente a los anteriores fue el que se dio en la península de Yucatán a raíz de la gran rebelión indígena y campesina de 1847, conocida como la "guerra de castas". En esta rebelión, las comunidades campesinas de la parte oriental de la península atacaron a la región de Mérida, cuyas haciendas henequeneras estaban despojándolas de sus tierras. Durante esta guerra, los grupos indígenas de las cercanías de Mérida se aliaron con sus patrones blancos para repeler a los atacantes, pues también se sentían amenazados por ellos. Desde entonces, estos indígenas fueron llamados "mestizos" y construyeron una nueva identidad étnica común con sus patrones blancos que los diferenciaba de los indios "rebeldes" del oriente de la península. Esta identidad mestiza fue tomada después por autores como Manuel Gamio como un ejemplo de la unificación cultural que debían alcanzar todos los mexicanos, pero hay que señalar que no significó españolización, pues los indígenas de los alrededores de Mérida siguieron hablando maya, y tampoco una homogeneización cultural y social, pues los indígenas y blancos siguieron teniendo sus culturas diferentes y mantuvieron su relación jerárquica. Lo que significó este mestizaje fue una alianza política y étnica frente a una amenaza externa.
El mestizaje como ideología
Los ejemplos que hemos discutido muestran que el proceso de etnogénesis de los mestizos modernos mexicanos fue complejo y diverso y que los mestizos no constituyeron nunca un grupo con una identidad cultural y étnica homogénea. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las élites intelectuales y políticas de México definieron una identidad étnica única para los mestizos, lo que llamaré la ideología del mestizaje. Con el triunfo de la revolución mexicana, esta ideología se convirtió en la ideología oficial del gobierno y definió lo que debía ser la identidad de México y de su población.
La construcción de la ideología del mestizaje es un proceso largo y complejo que va desde las discusiones entre los liberales mestizos de mediados del siglo XIX, pasando por las formulaciones de los pensadores porfiristas como Justo Sierra, hasta las definiciones de los ideólogos del régimen revolucionario, como Andres Molina Enríquez y Manuel Gamio, para terminar con los pensadores que discutieron la mexicanidad a mediados del siglo XX, como Octavio Paz. En este corto espacio es imposible hacer justicia a una historia tan rica y compleja, por lo que discutiremos únicamente los aspectos claves de esta ideología desde la perspectiva de las relaciones interétnicas.
En primer lugar, la ideología del mestizaje fue continuadora de varios de los rasgos esenciales la identidad étnica y el nacionalismo construido por los criollos. En primer lugar, aunque parezca paradójico, heredó de ella la identificación con el pasado indígena como raíz de su identidad. Como vimos anteriormente, la identidad criolla veía este pasado a la vez como glorioso y como caduco, como una fuente de orgullo y como una realidad cultural derrotada y superada por la cultura occidental de los conquistadores. La ideología del mestizaje retomó esta visión contradictoria y la convirtió en el eje de la identidad nacional mexicana.
Paralelamente, la ideología del mestizaje tomó de la identidad criolla la convicción absoluta de que cultura occidental era superior y de que las élites dueñas esta cultura tenían derecho a gobernar a su nombre un país que consideraban ignorante, atrasado y bárbaro, y a modificar la cultura del resto de la población. En este sentido se puede decir que lo que hizo el mestizaje fue extender la identidad étnica definida por los criollos a un grupo más amplio, el de los mestizos de cultura occidental.
Esta ampliación fue fundamental, pues transformó lo que era una ideología grupal en una ideología nacional. De esta manera el mestizaje abrió la posibilidad de integración a las élites nacionales, definidas siempre por su cultura occidental que las hacía superiores al resto de la población, a un grupo mucho más amplio, ya no sólo los descendientes de europeos sino todos aquellos ciudadanos que estuvieran dispuestos a adoptar esta identidad. Esta apertura es sin duda importante y ha sido exaltada por los apologistas del mestizaje como una muestra de tolerancia racial excepcional en el panorama mundial y americano. Sin embargo, es importante señalar que aunque el elitismo mestizo ha sido más incluyente no por ello ha sido menos elitista. En otras palabras, lo que hizo la ideología del mestizaje fue ampliar el tamaño del grupo que podía acceder a la ciudadanía étnica, pero en ningún momento cuestionó o disolvió los límites de esta definición excluyente.
Esto marca claramente los límites de la inclusión mestiza hasta la fecha: todos (o casi todos) los mexicanos, independientemente de su origen, pueden convertirse en mestizos y ciudadanos plenos, siempre y cuando adopten la cultura, la identidad y los valores dominantes. En suma, la tolerancia racial es acompañada por la intolerancia cultural. Esta aparante contradicción tiene varias razones de ser. Una de ellas se encuentra en lo que podemos llamar la experiencia personal del mestizo. Como vimos en el caso de la primera generación de liberales mestizos, el mestizaje fue un proceso personal de transformación identitaria y cultural, marcado por la educación y el ascenso social. Por ello, como suele suceder con los procesos de conversión cultural, o religiosa, para que el rompimiento con la identidad anterior (indígena) fuera eficaz, era necesario devaluarla y anatemizarla. La ideología del mestizaje convirtió este proceso individual en una necesidad colectiva y así generalizó la valoración negativa de la cultura y la identidad indígenas. Así como los mestizos habían dejado atrás su identidad y su cultura indígenas, la nación mexicana en su conjunto debía hacer lo mismo.
Por otro lado, no hay que olvidar que la ideología del mestizaje servía para fundamentar el poder de una élite intelectual y política, por ello aunque fuera racialmente incluyente tenía que ser culturalmente excluyente, es decir debía exigir que todos aquellos que se incorporaran al grupo adoptaran su identidad, sus valores y su cultura. De no ser así, la identidad étnica mestiza se disolvería y perdería su utilidad como sustentadora de los privilegios sociales y políticos de la élite.
Por otro lado, la ideología del mestizaje se nutrió de las doctrinas raciales planteadas por la ciencia de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que tenían en común varios puntos claves: la convicción de que la humanidad estaba dividida en diferentes razas que se podían identificar a partir de variaciones en su apariencia (el color de la piel y del cabello, los rasgos faciales, etc) y que tenían también profundas diferencias en su capacidad intelectual, su personalidad y sus cualidades morales; la convicción de que la raza blanca era superior, más evolucionada, más fuerte y más viril que las demás razas; la convicción de que la historia humana se podía explicar a partir de las diferencias raciales, pues las razas más evolucionadas se imponían por selección natural sobre las razas más primitivas; la convicción de que los seres humanos debían ser gobernados de acuerdo a sus características raciales y que la tarea de los gobiernos y las ciencias era mejorar éstas. Estas convicciones nos resultan aberrantes en la actualidad, pues las asociamos con el nazismo y el racismo del siglo XX, pero eran consideradas plenamente científicas y verdaderas por los hombres de la época y fueron fundamentales para la formulación de la ideología del mestizaje. En efecto, desde las obras de Justo Sierra hasta las de Manuel Gamio, el mestizaje mexicano fue definido no como un fenómeno cultural (como lo hemos explicado más arriba) sino como un proceso en que dos razas diferentes, la india y blanca, se mezclaban para crear una tercera y nueva raza, la mestiza. De acuerdo con esta visión, cada raza original tenía sus características propias; los blancos eran, desde luego, considerados los más inteligentes y los más evolucionados, mientras que a los indios se les atribuían otras virtudes, como ser resistentes, constantes y tener un gran sentido estético. Los mestizos, como grupo racial, combinarían idealmente las virtudes de estas razas, pues tendrían, por ejemplo, la inteligencia de los blancos y la capacidad de resistencia de los indios. Contrariamente a muchos de los teóricos raciales del momento, que consideraban que las razas mezcladas eran inferiores a sus componentes originales y tendían a degenerar, los ideólogos del mestizaje mexicano defendieron que los mestizos podrían ser mejores que las razas que los habían constituido, o al menos mejores que la raza indígena.
Se deben destacar varios aspectos de esta definición racial del mestizaje. El primero es que no criticó, sino que adaptó a sus propósitos la idea de la superioridad de la raza blanca, pues planteó que la mezcla con ella "elevaría" o haría evolucionar a la raza indígena. Por ello, otorgó al componente blanco un papel dominante, asociado a la virilidad y la superioridad, y al componente indígena un papel subordinado, asociado a la feminidad y la inferioridad. Por ello, en la visión mítica del origen del mestizaje que construyeron estos ideólogo siempre era el conquistador español, agresivo, triunfante y viril, quien poseía e impregnaba a la indígena, pasiva, conquistada y femenina. En el mismo sentido el mestizaje debía tener siempre una sola dirección, debía conducir a la blanquización de los indios y nunca a la indianización de los blancos. De esta manera la concepción científica de la raza reforzó los prejuicios culturales de la ideología del mestizaje sobre la superioridad de la cultura occidental.
Por otro lado, hay que señalar el carácter esencialista de esta concepción: así como cada raza original tenía sus características fijas e inmutables, la mestiza tendría las suyas, de modo que formaría un grupo homogéneo y unificado, no una pluralidad cultural.
Finalmente, es importante tener en cuenta el racismo que subyace esta, como cualquier otra, definición racial. En primer lugar, como ha señalado con mucho tino Alan Knight, al definir al mestizaje como la mezcla de dos razas, india y blanca, esta ideología excluía a todas las demás. La furiosa persecusión racial de los chinos entre 1900 y 1930, que incluyó linchamientos, expulsiones y masacrs, tuvo uno de sus fundamentos en esta visión exclusivista de la mezcla racial. En el mismo sentido, se puede afirmar que la ideología del mestizaje ha continuado y fortalecido el racismo contra los indígenas y entre los propios mestizos.
Los excluidos del mestizaje
Como hemos visto a lo largo de este capítulo, el mestizaje social y la ideología del mestizaje fueron a la vez incluyentes, pues incorporaron a amplìsimos grupos de la sociedad mexicana, y excluyentes, pues marginaron a otros y asignaron diversos papeles y jerarquías a los grupos que habian incluido. En este apartado analizaremos con más detenimiento estas formas de exclusión que son tan importantes para entender las complejas relaciones interétnicas del México moderno como las formas de inclusión.