viernes, 9 de septiembre de 2011

Porfirio Diaz Y Su Proyecto Modernizador

Una idea aceptada por la mayoría de los autores que se refieren a este período, es que durante el gobierno de Porfirio Díaz, se sentaron las bases para el desarrollo capitalistas del país, logrando durante esta etapa, un gran crecimiento económico. Estimulado y logrado gracias al proyecto histórico porfirista, el cual se enmarcaba dentro de los esquemas y principios del liberalismo económico y respondiendo a dos fenómenos de gran importancia: Por un lado, la expansión del capitalismo mundial, al cual se incorpora México, colocándose dentro del esquema de la división internacional del trabajo. Incorporación que desde dentro se le trata de adecuar. Es decir, se trata de aprovechar como elemento dinámico que sirve como eje de atracción de todos los demás elementos que componen la economía del país, de tal manera que la vinculación con el exterior no sea un factor ajeno al funcionamiento de la economía, sino que, por el contrario, es un elemento, que aunque por sí mismo se abre paso, internamente se le preparan las condiciones para su entrada, convencidos, de que será la fuente del desarrollo capitalista; lo cual representa la contraparte de toda expansión imperialista: “... El esquema de desarrollo porfirista era sencillo y optimista. Se basaba en la convicción de que la vinculación de la nación con el exterior, habría de producir los impulsos básicos para ponerlo en el camino del progreso...”
Por otro lado, el proyecto porfirista es la consumación de la lucha interna por la hegemonía política que responde a un interés generalizado ya: el asentamiento de las bases y las normas para le funcionamiento pleno del modo de producción capitalista, lo cual, de alguna manera es la continuación de las tendencias generales del liberalismo de Juárez y Lerdo.
Así, por todo lo dicho anteriormente y dadas las condiciones en las que se encontraba el país, se imponía que las principales medidas para llevar a cabo el proyecto porfirista, debía basarse (y de hecho así fue), en una
“...adaptación administrativa interna, incluyendo el saneamiento de las estructuras fiscales; (...) construir un sistema de transporte y comunicación que de un solo golpe, se pensaba, habría de colocar a la nación, en el centro de la civilización moderna (...), explotar los abundantes recursos naturales de los que disponía la nación (...); también fundamental era la formación de un sistema crediticio moderno...”
Además de fomentar por otros medios, la inversión privada, y atraer sobre todo, capitales extranjeros. De la misma manera, contar con una organización financiera adecuada a las nuevas necesidades del país, creando para todo ello un marco jurídico que legítima tales acciones. Pero sobre todo, existía la idea de que para poder mantener al país en un constante crecimiento económico, era necesaria la paz política y social, por lo que en esta etapa hubo una amplia represión de los movimientos sociales. Además de que esa idea, entre otras cosas, posibilitó el que el Porfirio Díaz, mantuviera el poder tantos años.
El elemento que más destaca del proyecto porfirista, es la vinculación con el exterior, como requisito indispensable para el futuro desarrollo, y sobre el que más énfasis se puso. Por ello es que en esta época, se da una entrada maratónica de capitales extranjeros al país. Además de una violenta ampliación de la deuda externa, como reflejo de y para los mismos fines.
Según De la Peña, para finales de la época porfirista, la inversión extranjera había llegado a la suma de 3 400 millones de pesos; mientras que la deuda externa había pasado de 52 millones de pesos en 1890 a 441 millones en 1911 .
El resultado de este proyecto histórico concreto, fue la organización y fortalecimiento de un Estado poderoso que responde a las necesidades de desarrollo capitalista.
De la Peña destaca el papel que jugó el Estado porfirista en la adecuación de las condiciones internas para facilitar la vinculación externa:
“...La creciente vinculación con el exterior fue convirtiéndose cada vez más a la economía en parte de la infraestructura económica del sistema capitalista mundial, En consecuencia, se desarrolló una superestructura dirigida a reproducir las condiciones de interiorización del capital externo y para sostener la articulación de relaciones de producción...”
Podemos ver, así, que el proyecto histórico del Porfiriato se basa principalmente en la creación, preparación y adecuación de los marcos, en los que se desenvuelven las inversiones extranjeras, producto de la expansión imperialista no visto como una necesidad para éstas, (que la había), sino como una urgente necesidad de inserción al mundo capitalista, necesaria para llevarla a cabo, dentro del país, el desarrollo capitalista.
No se debe pensar, por lo dicho anteriormente, que solo con Porfirio Díaz, comienza a darse la vinculación externa. Muy por el contrario, éste ya existía. La diferencia es que con Porfirio Díaz, dicha vinculación toma las características de franca dependencia, ya que ésta, se convierte en una condición indispensable para llevar a cabo el desarrollo del país, y porque además, y tales vínculos se estrechan más y adquieren una nueva modalidad como consecuencia lógica.
Por otro lado, y en el mismo sentido, es necesario dejar claro que la penetración de capitales extranjero respondía, en lo interno, aun momento histórico determinado y alas necesidades concretas de las clases propietarias que se encontraban conformando el bloque en le poder.
Esto significa que la fuerza expansionista del imperialismo no es el factor determinante para la penetración y acomodo de los capitales extranjeros en el país. Son más bien las condiciones internas, tanto políticas como económicas, la correlación de fuerzas entre las diferentes clases y fracciones de clase; los elementos decisivos y determinantes para que aquello suceda. No podemos, como dice Contreras subordinar lo interno a lo externo y lo decisivo a los condicional, ya que ello cancelaría cualquier posibilidad de explicación científica y además, entraría en contradicción con la propia experiencia histórica, ya que
“... aún las más inicuas y arbitrarias intervenciones extranjeras -la guerra del 47 pongamos por caso- no se explican si no es a partir del peculiar estado de fuerzas, del grado de enfrentamiento o acuerdo de las clases hegemónicas, del nivel de la crisis económica-política del país agredido; las causas externas sólo pueden actuar a través de las causas internas...”
De aquí que se vuelva fundamental dejar sentado claramente cuales fueron las condiciones internas que propiciaron la penetración extranjera, en México, y que clase o fracción de clase, fue la que, a través del proyecto liberal la posibilita y promueve.
Después de largos años de pugnas políticas por obtener el poder, con Días se logran cohesionar los diferentes intereses de las clases propietarias del país, en un mismo bloque de poder, con lo cual, los conflictos cesan.
Al quedar así, incluidas todas las clases propietarias en un mismo bloque de poder, de alguna manera, una más otras menos, adquieren cierta garantía de respeto a su propiedad privada y de condiciones adecuadas para proseguir en la acumulación de capital. Sin embargo, entre estas fracciones de clase, existe una que es hegemónica y que en tiempos de Díaz era aquella que más estrechamente se encontraba ligado al Ejecutivo.
Dicha hegemonía, no debe verse, sin embargo, como una situación de control absoluto sobre los actos del Estado, para encauzarlos hacia el beneficio exclusivo de sus interese,
“...antes bien, una verdadera hegemonía se logra cuando se incluye desigualmente a los intereses de todas las clases propietarias, cuando el interés particular de una fracción se clase pueda representarse como el interés general de las clases dominantes...” .
Por ello, y en la medida que la consolidación de esta fracción hegemónica fortalece las posiciones de las otras, no existe posibilidad de conflicto interno.
De este modo, la hegemonía de una fracción de clase, se evidencia, en lo material, en la medida en que las medidas de política económica que toma el gobierno, vayan encaminadas a promover directamente y de manera primordial la acumulación de capital de esta fracción, y de manera secundaria, de las demás fracciones que componen el bloque en el poder.
Así, observamos que la fracción que hegemoniza el boque de poder durante el Porfiriato es la burguesía financiera y bancaria, industrial y comercial orientada hacia el interior de la economía nacional, pero con fuertes ligas al capital extranjero, principalmente al francés, que a través de la compra y especulación de bonos de la deuda pública, se convirtió en un pilar financiero de la hacienda pública. De ahí la gran actividad financiera en esta época y la consolidación de las pautas para la creación de un sistema organizado y financiero y bancario.
De la misma manera, se nota un desplazamiento de las oligarquías agrarias, cuya política pasa a ocupar un segundo término, aunque su presencia en el bloque en el poder permite que se respete y garantice su propiedad privada, e impide a la vez, que se tomen medidas en contra de sus interese como hubiera sido: impulsar el desarrollo, tanto del mercado de trabajo en el campo, como del mercado de mercancías y capitales en el sector agrícola.
Todo esto quiere decir, que si bien la hegemonía de una fracción de clase permitía satisfacer sus propios intereses, debía mantener cierto equilibrio con las demás fracciones de clase, evitando cualquier enfrentamiento con ellas.
En cuanto al hecho de que haya sido la burguesía financiera y comercial, la hegemónica, es importante resaltar que es precisamente esta particularidad, lo que permite que por un lado no exista enfrentamiento entre fracciones de clase, y por otro, que no exista un gran desarrollo del capitalismo a lo largo del país, y que por el contrario se anquilosen ciertas estructuras precapitalistas, al tiempo que se fomentan otras, que si bien son propias del capitalismo, permiten la existencia de las otras. Por ello, dice Cardoso
“...a diferencia del capital industrial, el capital comercial y financiero, no requiere ni impulsa modificaciones en las relaciones técnicas y en las relaciones sociales de producción. De ahí que el liberalismo, no sólo podía, sino debía coexistir con una diversidad de formas de trabajo no asalariado, hasta la simple y llana esclavitud (no legal por supuesto)...”
Por la misma situación histórica de expansión del imperialismo y la conjugación de intereses extranjeros con los de las clases propietarias nacionales, el bloque en el poder tiene que incluir a dos fracciones extranjeras.
“...Que ilustran la doble influencia de la penetración extranjera y el doble papel del estado con respecto a la integración del mercado mundial. Por un lado estarían las inversiones norteamericanas e inglesas que vincularon al país con el mercado mundial mediante la aplicación de capitales en minería, agricultura de exportación y ferrocarriles de manera preferente y con los cuales el estado negoció el tipo y grado de dependencia. Por otro laso, estarían las inversiones francesas, directamente asociadas al mercado interno, aliadas a la fracción hegemónica con la cual compartió el dominio de la banca, el comercio interno y a la industria. Juntos, promovieron, a través de la política económica estatal, una mayor monopolización de la acumulación del capital...”
Si bien la fracción extranjera de los sectores exportadores (minería y agricultura de exportación) no se encontraban aliadas directamente a la fracción hegemónica, fueron objeto de amplio apoyo y fomento al actuar en ramas donde se llevaba a cabo de manera dinámica la reproducción ampliada de capital.
De esta forma, se dan dos direcciones fundamentales para apoyar y fomentar la acumulación de capital,
“...por un lado el Estado fomentó un eje interno de dependencia, que fue el complejo minería-ferrocarriles-agricultura de exportación, controladas por la inversión norteamericana. Se le apoyó mediante políticas mineras, ferroviarias y agrarias, que incluyeron la entrega de la propiedad territorial y el subsuelo, subvenciones, exenciones fiscales. Por otro lado, el Estado promovió una formación sui generis del mercado interno, marcado por un profundo desarrollo desigual, en el que convivieron desde la más sofisticada y moderna concentración monopólica a través de la banca, hasta el predominio en la agricultura de las relaciones de trabajo forzado. En realidad, esta promoción no podía ser de otra manera, ya que se encontraba determinada por la composición misma del bloque en el poder. El peso social de los terratenientes impidió que se promoviera activamente el desarrollo del mercado interno en la agricultura adoptando el Estado más bien, una actitud pasiva, que se limitó a garantizar el crecimiento de la propiedad territorial. De igual manera, la hegemonía detentada por la fracción de empresarios que intervenían en el comercio, la industria, la banca, y la deuda pública determinó que la política financiera, comercial e industrial facilitara y estimulara la consolidación de una estructura monopólica integrada que debe considerarse, se instauraba en un país recién iniciaba su camino firma por el capitalismo...”

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